Nacida en Nueva York en 1931, única hija de una inmigrante italiano y una húngara, Carmen Dell´Orefice es la modelo más longeva del mundo de la moda. Casi 70 años separan su primera y última portada. En estas siete décadas, salvo un parón a los 60, no ha dejado de trabajar. De hecho, desafiando a todos los cánones que rigen la moda, Dell´Orefice ha estado aún más activa entrada en la madurez. “He tenido más portadas de revista en los últimos 25 años que en el resto de mi carrera”, cuenta Dell´Orefice en la entrevista concedida a New You, celebrada en el hotel St. Regis, donde empezó su carrera posando para Dalí. “Hoy estoy en un territorio que la industria considera invendible: edad y pelo blanco. Sin embargo, lentamente, empecé a hacerme dueña de ese territorio, poco a poco, porque defendí la edad”.
El primer sueño de Carmen Dell´Orefice fue ser bailarina, como su madre, pero después de un año en cama creció demasiado (mide 1.77m) y perdió su tono muscular. Entonces aceptó dedicarse a la moda solo para ayudar en la economía familiar. “No teníamos dinero y pasé hambre durante la mayor parte de mi juventud”, reconocía en otra entrevista hace un par de años.
Su delgadez, su rostro anguloso y sus largas piernas fueron, en cambio, lo que la convirtieron en una supermodelo siendo solo una adolescente. “Nunca entendí qué veían en mí”, recuerda. “Como modelo, no tenía identidad; era un camaleón, una actriz silenciosa. Una cosa amorfa. No tenía personalidad. Estaba llena de soledad y solemnidad. No era la típica chica de portada”.
Dell´Orefice no confiaba en ella misma. Pero la industria, sí. Trabajó con Irving Penn, Norman Parkinson o Richard Avedon que la fotografiaron para Vogue, Harper´s Bazaar o Vanity Fair, y en 1953 la fichó la gran representante de modelos, Eileen Ford.
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