Javier Sebastián Sánchez es un sastre paceño de 46 años que dejó Bolivia escapando de la crisis económica y logró que su trabajo en costura llegue a la reconocida marca italiana Armani, en las tiendas más caras de Milán.
La distancia entre Bolivia y la meca de la moda internacional es bastante larga y Sánchez logró conquistarla. El boliviano, cuya familia tiene origen en Guaqui, llevó su trabajo hasta la calle Monte Napoleone, la vía más famosa del mundo para la moda en la cual están las marcas más reconocidas y glamorosas.
En entrevista con el programa Tejiendo Bolivia de Erbol, el sastre boliviano contó que se fue a Milán en 2006 debido a la crisis que se vivía en territorio nacional.
Cruzó 10 mil kilómetros para llegar al país Europeo y empezó a tocar puertas para conseguir un trabajo. Entonces, sólo sabía una frase en italiano: “busco trabajo, soy sastre”, sin embargo, confiaba en su arte puesto que lleva el oficio en su sangre, puesto que su padre también se dedicaba a la costura.
“El que busca, encuentra”, manifestó el boliviano, que gracias a su oficio que obtuvo como legado familiar se estableció en Italia
TRABAJO
Explicó que su trabajo para Armani lo realiza en sastrerías externas, porque los extranjeros no pueden estar en las tiendas. El trabajo de Javier para esta marca –según comentó- consiste en utilizar sus habilidades para ajustar los trajes a la medida de los clientes.
Según el sastre, todos los trajes de Armani que pasaron por sus manos fueron usados por gente famosa y empresarios chinos o árabes, que tienen el dinero suficiente para costear las lujosas vestimentas.
Contó que en Milán, en la calle Monte Napoleone, también están marcas como Valentino, Brioni, Dolce & Gabbana y Cavalli, y los trajes llegan a costar más de 10 mil euros. “Conozco a una potosina que trabajó también en Cavalli”, agregó.
Pero no todo es de “color de rosa” para el boliviano en Milán. Indicó que estas marcas reconocidas a nivel mundial venden a precios exorbitantes su ropa como si fuera trabajo italiano, pero en realidad es de los extranjeros que no pueden estar en las tiendas glamorosas.
A modo de ejemplo, relató que le pagaron 10 euros la hora por hacer un traje, con tela de primera. Tardó 20 horas y ganó 200 euros, pero esa prenda se vendió por 3.500 euros “sólo por la marca”. Estimó que si él hubiera vendido por su cuenta ese traje sólo hubiera podido cobrar unos 250 euros.
“Un estilista famoso me dijo que soy como un burrito de carga. Llevo la carga para que otros ganen”, lamentó.
PROYECTO PERSONAL
La alta profesionalización que vio en Italia, hizo que Javier junto a su hija emprendieran un proyecto para favorecer a jóvenes. Indicó que el objetivo es tener estudios de alto nivel en varias áreas, como moda y la cocina, para proveer servicios en Italia.
“Todos estos jóvenes aprovecharan lo que nos puede brindar Milán como capacidad”, sostuvo. (ERBOL)
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