jueves, 9 de julio de 2015

Modas desastrosamente peligrosas de la historia

El corsé es una de las modas que más problemas han causado a la salud de sus usuarias.

Hace poco una australiana de 35 años que terminó en el hospital tras ponerse unos jeans demasiado apretados, le dio un significado muy literal a la expresión “víctima de la moda”.

A la mujer tuvieron que cortarle los pantalones al sufrir de “síndrome compartimental”, una afección seria que implica un aumento de la presión en un compartimento muscular.

No es la primera vez que un estilo de moda peligroso termina representando una amenaza para la salud.

“Siempre ha sucedido, desde la Edad de Piedra”, sostiene Summer Strevens, autora del libro Fashionably Fatal. “Ocurre cuando la moda es llevada a los extremos. Yo lo llamo locura vanidosa”.

Estas son cinco de las modas más mortíferas de la historia.

Corsés

La prenda de ropa interior que encogió las cinturas y tuvo una influencia en el lenguaje mucho antes de la aparición de las fajas Spanx.

Algunas llegaban a apretar hasta sacarse una “cintura de avispa”, como la que muestra esta famosa cantante francesa de finales del siglo XIX.

Sus ajustados cordones dieron origen a la expresión strait-laced (algo así como “persona amarrada muy fuerte”, pero que se traduce al español como “puritano”), dándole una respetabilidad victoriana a la mujer que lo usaba.

Y también generó la frase loose women (algo así como “mujeres de nudo suelto”, que se traduce al español como “mujeres fáciles”), insinuando que quienes no utilizaban la prenda tenían morales tan libres como sus cordones.

En su libro Strevens dice que el corsé dio origen al “pecho jadeante” victoriano “provocando indigestión, constipación, mareos frecuentes por dificultades al respirar e incluso hemorragias internas”.

Agrega que “otros órganos internos quedaban expuestos a daños, al tener que modificar su posición natural para amoldarse a la nueva forma ósea”.

En 1874 se publicó una lista de 97 enfermedades atribuidas al uso del corsé, incluyendo estados alterados de histeria y melancolía.

Strevens destaca que entre finales de la década de 1860 y comienzos de los 90, la revista The Lancet publicó al menos un artículo al año sobre los peligros médicos de ajustarse demasiado los cordones.

Y todo no quedó en dificultades respiratorias o daño de órganos. En 1903, Mary Halliday, de 42 años y madre de seis hijos, murió repentinamente tras sufrir convulsiones.

El periódico The New York Times reportó que durante su autopsia “se encontraron dos pedazos de acero de corsé en su corazón, con una longitud total de ocho pulgadas y tres cuartos (22,2cm)”.

El diario agregó que las puntas de los objetos se convirtieron en filos de navajas por el movimiento de su cuerpo.

Incendios de crinolina

El miriñaque (crinolina o armador) hizo más que realzar la silueta.

¿Duelos en crinolina? Era mucha más alta la probabilidad de morir a causa de una falda incendiada.

Durante el siglo XIX, en el momento cumbre de su popularidad, ocurrieron varios sonados casos de muertes ocasionadas por faldas incendiadas.

En julio de 1861 el poeta estadounidense Henry Wadsworth Longfellow tuvo que precipitarse a ayudar a su esposa cuando su vestido se encendió.

El periódico Boston Daily Advertiser señaló que “estaba sentada en la biblioteca cuando un fósforo, o un pedazo de papel incendiado, alcanzó su vestido, quedando envuelta en llamas en un instante”. Falleció al día siguiente.

Dos hermanastras del escritor Oscar Wilde también murieron por quemaduras recibidas al acercarse demasiado a una fogata cuando llevaban vestidos de baile.

Un caso en 1858 hizo que The New York Times proclamara que “un promedio de tres muertes por semanas debido a crinolinas incendiadas debería alarmar a las más inconscientes del sexo privilegiado”.

“Y hacer que, por lo menos, fuesen extraordinariamente cuidadosas en sus movimientos y comportamientos, si se fracasa (…) en desalentarlas de adoptar una moda tan llena de riesgos”.

Collares rígidos

Inventado en el siglo XIX, el collarín desprendible hizo que los hombres ya no tuvieran que cambiarse la camisa todos los días.

Demasiado almidón en el cuello + unas bebidas de más = peligro de morir sofocado.

Pero estaba almidonado hasta tener una rigidez que demostró ser letal.

“Los llamaban ‘asesinos de padres’ o ‘Vatermörder’ en alemán”, dice Strevens.

“Podían cortar el flujo sanguíneo a la arteria carótida. Los hombres de la época eduardiana los vestían como un accesorio de moda”, apunta.

“Iban a los clubes de caballeros, se tomaban uno cuantos vasos de porto y se quedaban dormidos en un sillón con su cabeza inclinada hacia adelante. En realidad, se sofocaban”.

En un obituario de The New York Times de 1888 titulado “Estrangulado por su collarín” se describe como un hombre llamado John Cruetzi fue hallado muerto en un parque.

“El forense pensó que el hombre había estado bebiendo, se sentó en un banco y se quedó dormido”.

En su reporte señaló que el hombre inclinó la cabeza sobre su pecho y luego su rígido collarín le obstaculizó la tráquea e impidió el flujo de sangre en las venas “provocándole la muerte por asfixia y apoplejía”.

Sombrereros locos

La expresión “loco como un sombrerero” ya era usada 30 años antes de que Lewis Carroll la popularizara en “Alicia en el país de las maravillas”.

El Sombrero Loco de “Alicia en el país de las maravillas” no sufría la enfermedad del Sombrerero Loco. Pero sombreros reales sí.

La intoxicación con mercurio constituía un riesgo laboral para los fabricantes de sombreros en los siglos XVIII y XIX.

El mercurio era utilizado en la producción de fieltros y la prolongada exposición al elemento químico llevó a lo que fue llamada “la Enfermedad del Sombrerero Loco”.

Entre los síntomas se incluían temblores, timidez patológica e irritabilidad, lo cual puso en duda la versión de que el excéntrico personaje de Carroll padeciera el mal.

Un artículo en el British Medical Journal sugirió que “difícilmente se podría decir que el Loco Sombrerero sufriera, en gran medida, del deseo de pasar desapercibido”.

Pies rotos

Supuestamente inspirado por una bailarina de la corte que actuaba para el Emperador en el siglo X, la costumbre china de vendar los pies fue prohibida oficialmente en 1912.

Sin embargo, la práctica continuó haciéndose secretamente como medio de conseguir estatus social, revelando que una mujer no necesitaba sus pies para trabajar.

La fotógrafa británica Jo Farrell retrató a la última sobreviviente con pies atados para su proyecto Living History.

La costumbre de vendar los pies causó estragos. Pero también empoderó a las mujeres, según documentan algunos.

En declaraciones a la BBC Farrell señala que “tanta gente habla de lo barbárico que era esta tradición, pero también era una costumbre que le dio poder a las mujeres. Les dio una mejor vida”.

“Una de las cosas más importantes que encontré fue que se sentían orgullosas de lo que les había sucedido”, añade.

Según Strevens, la reconstrucción de pies no es, sin embargo, una práctica exclusiva de China.

“En siglos anteriores se sabía que las damas de la moda se hacían amputar sus dedos ‘pequeños’, para deslizar sus pies en puntiagudos calzados”.

Strevens argumenta que si bien esas costumbres históricas pueden sonar barbáricas, las mujeres modernas siguen experimentando dolor por la moda.

Su referencia es “a los acortamientos quirúrgicos en boga, que incluyen la amputación de dedos saludables para poder meter los pies en altísimos zapatos de tacón”.

Y es que hay aún muchas víctimas de la moda en el siglo XXI. “Aunque ya no tenemos ni corsés ni miriñaques, ahora hay personas que se quitan costillas para tener cinturas más pequeñas”.

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