Como si se tratara de la entrada triunfal del mismo Zoolanabrió el desfile de Andrés Sardá, cubierta de lamé y lentejuelas. En sus manos, su perrita Hope.
Un comienzo estelar que invita a soñar con el exótico hotel Rêve de nuit creado por Nuria Sardá. Un hotel donde todo, absolutamente todo, es posible. Tan pronto te acompañan seductoras ascensoristas vestidas con conjuntos semejantes a los del ‘Gran Hotel Budapest’, como doncellas ligeras de ropa limpian tu habitación con poco más que sus cofias, un fino delantal y sus cuellos de camisa. Vale que los looks han desfilado raudos ante nuestros ojos, pero ya imaginamos cómo sería este maravilloso ¿remanso de paz? No, aquí el reposo no está permitido, se busca pasárselo bien, muy bien.
El desfile de Madrid Fashion Week ha sido el día en el que todas quisimos casarnos con vestidos guerrilleros de Andrés Sardá, en blanco o en negro, pero con mucho tul y encaje. Uno para el casamiento al uso y otro para la noche de bodas. “Un recorrido en el que se deja ver la fantasía a través de coulottes altos de materiales muy diversos; sujetadores joya, juegos de cadenas, bodies lenceros y corsés entallados que subliman el cuerpo”, según describe la firma ante la atenta mirada de un ‘front row’ bien cargado de movida madrileña. Mario Vaquerizo & Co, Carmen Lomana o Marta Nieto (rostro habitual en el calendario de MBFWM) han apoyado con rotundidad a su amiga Bibiana, pero sobre todo se han deshecho en comentarios y aplausos ante cada una de las 35 salidas.
A cada variación musical, una variación estética. Plumas revoloteando alrededor del rostro que recuerdan a una de las últimas folclóricas, a Sara Montiel (cigarro en mano) entonando ‘Fumando espero al hombre a quien yo quiero’ en el ‘El último cuplé’. Divas de los 50 con guantes de largura infinita y sobrefaldas ligeras. Bailarinas de Charleston que parecen haber cambiado los vestidos repletos de flecos por bañadores, igualmente ondeantes al aire con cada movimiento, como si nos hubiéramos metido de lleno en el exceso de los 20 y ‘El Gran Gatsby’. Una sucesión progresiva que debía terminar, cómo no, con una Bibiana esplendorosa vestida con traje de noche cargado de pailletes y transparencias, cubierto a su vez por un imponente abrigo de Elena Benarroc. A la pregunta que hiciera Martin Provost en su película ‘Où va la nuit’ (¿Dónde está la noche?), tenemos la respuesta: en los diseños de Andrés Sardá.
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