Adriana Lima, la supermodelo brasileña de atlética figura que ama el box, cumplió uno de sus sueños en Río de Janeiro: llevar la antorcha de los Juegos Olímpicos 2016. “Estoy muy agradecida (…) de haber tenido este increíble honor en mi amado país”, dijo, emocionada, luego de vivir esa experiencia.
Su primera actividad en Río fue peregrinar hacia el Corcovado, para ver al Cristo y agradecerle por todo lo que le ha dado, según declaró a la revista Vogue, donde ya ha aparecido muchas veces de la mano de grandes marcas como Christian Dior, Louis Vuitton y Givenchy, además de Victoria’s Secret, que la escogió entre sus ángeles.
Por las olimpiadas quedaron atrás París, Nueva York o Londres, donde la brasileña Lima se desenvuelve entre pasarelas y estudios de fotografía. Desde el Corcovado, de su natal Brasil, contempló la ciudad fundiéndose con la madre naturaleza, sus edificaciones besando la costa del Atlántico, y también sus desordenadas casas trepando por las montañas en las “favelas”. Allí, en el Río de Janeiro menos glamoroso y con los guantes amarrados, dio clases de box a jóvenes y niños de bajos recursos, cuyas vidas fueron literalmente “impactadas” por esta mujer, que es mucho más que solamente bella.
Adriana afirma que ama el deporte y le gusta entrenarse en el box, porque todos los días aprende algo nuevo. “No es como ir al gimnasio y cada vez hacer lo mismo, en el box todos los días se logra un hito diferente, por eso me encanta”, dijo la modelo que entrena este deporte entre tres y cuatro veces por semana.
Para la directora editorial de Vogue, Daniela Falcão, Lima se traduce en gran medida en el estereotipo de la mujer brasileña y ve en ella a una chica que es una “superpotencia”, por lo mucho que ha crecido en el mundo del modelaje. Su carrera tiene más de 20 años, tiempo que pasó desde que dejó su país para ser modelo.
Adriana es madre de dos niñas. Se separó de su esposo, el baloncestista de origen serbio Marko Jaric, en 2014.
A pesar de las heridas que dejó la ruptura familiar, esta supermodelo de ojos color aguamarina ha decidido ser feliz. Su trabajo le permite lucir una sonrisa espontánea y sincera, y asegura que ahora se siente mucho más guapa que antes de ser mamá. Y todo el mundo está de acuerdo.
El amor ha tocado su corazón nuevamente. ¿El afortunado? Un entrenador de box.
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