jueves, 16 de agosto de 2012

Marthy Méndez | Agente de modelos


Con 38 años está haciendo borrón y cuenta nueva. Acaba de dejar la gerencia regional de la red ATB para retomar las riendas de su agencia Supermodel, y los papeles de su divorcio con Óscar Vargas están a punto de salir.

¿Piensa rehacer su vida? “Mi vida no se ha deshecho”, fue la respuesta inmediata que provocamos. Y subrayó que del tema sentimental no va a dar detalles. Esta vez encontramos a una Marthy Méndez menos diplomática y más directa, que habló sin tapujos del lado menos glamuroso de las modelos, sus egos, irresponsabilidades y hasta deslealtades.

¿Por qué dejó la gerencia de ATB Santa Cruz para retomar la dirección de Supermodel?
-Me ‘ayudaron’ los programas de farándula; (con lo que publicaban) mi empresa estaba pasando por una crisis. Fue una decisión difícil, una encrucijada. Por una lado está la gente de la empresa que confió en mí (ATB) y por otro lo mío me estaba necesitando. Me di cuenta de que tengo que ver lo mío, al fin y al cabo es lo que voy a legar a mis hijas.

¿Se va tranquila?
-Estuve tres años en ATB, mi plan era estar uno, pero la dinámica de la televisión fue un reto y me gustó bastante. Nunca antes hubo una gerente mujer, todos eran llegados del occidente del país. Me voy con la conciencia tranquila. Es posible que vuelva en enero, cuando arregle las cosas en mi agencia.
Entiendo entonces que Supermodel es como un hijo más...

-Un hijo al que le hemos puesto alma vida y corazón. Tery (su hermana) y yo comenzamos en la sala de la casa de mi hermana. Con sus ahorros y ayuda de mi padre hemos adquirido una oficina que está en construcción todavía, en Equipetrol. Consolidar un nombre (Supermodel) es el intangible más valioso que tenemos. Ganar credibilidad es lo que más cuesta en el medio. Comenzamos en 2004 con 12 modelos, ahora tenemos como 40.

¿Qué ha sido lo más difícil por lo que ha atravesado con Supermodel?
-Es muy difícil en general trabajar con modelos y con egos. Debí buscar una maestría para manejo de egos, ¡si la dan en algún lado la tomo! A esto se suma el tema de la inmadurez y la vanidad. Piensan: “Ya soy famosa, soy fulanita de tal, para qué quiero mi agencia, mejor les tiro una patada a estos y me voy yo sola”. Y se olvidan de que tienen un nombre gracias a esa agencia que estuvo tocando puertas, invirtiendo en sus fotos...

¿Entonces, las modelos le sacan canas verdes?
-Para lidiar con las modelos se necesita mucha paciencia. Creo que el ser madre me ayuda mucho a no exasperarme con las pequeñas deslealtades e irresponsabilidades. Hay que tratarlas como se trata a un hijo, con firmeza, pero también teniendo la pedagogía necesaria para decirle: te conviene hacer esto por estos motivos. Una modelo asiste a la entrevista, la contratan, se mide con la modista su uniforme y el día del evento apaga su celular y no cumple. ¿Quién paga por su informalidad? la agencia, porque esa empresa ya no contrata más nuestros servicios.



Pero también hay cosas positivas ¿no?
-Lo más estimulante de esto es poder cambiar la vida a muchas chicas. Recuerdo bien los ojos del papá de Lola Vaca cuando la estaba mandando a Milán. Me dijo: “Mi hija nunca ha salido de Montero y usted la está mandando a Europa”.

Después de eso Lola fue a Túnez, Nueva York y Miami. Cuando yo la encontré a Lola en Montero y fui a hablar con sus papás me dijeron: “Pero mi hija no tiene condiciones para ser modelo, es fea, qué le ve usted”. Yo les dije, déjenla en mis manos, la voy a transformar.
La práctica hace que tengamos un ojo que nos permite ver un diamante en bruto y trabajarlo. Para mí cambiarle la vida a muchas chicas es lo más gratificante. Tal vez si esta niña no hubiera sido modelo se habría casado como tantas muchachas de barrio, a los 17 años, y hubiese quedado ahí. Siendo modelo a las jóvenes se les amplía el horizonte y se les abren puertas a más oportunidades.

Gracias a nosotros Lisbeth Aranda salió afuera e internacionalizó su carrera. Justo cuando ella estaba decepcionada de las agencias de acá la mandamos a México y sigue allá. A pesar de que haya dicho ya llegué aquí, ya no las necesito, para mí es gratificante saber que pusimos nuestro granito de arena.

¿Marthy Méndez está a favor de los desnudos publicitarios?
-En Supermodel todavía no hemos hecho ningún calendario con desnudo. No sé si es virtud o un defecto, pero pienso todo desde la óptica de una madre. Es muy difícil que una chica de 20 años se dé cuenta que de aquí a unos años va a ser mamá y se puede arrepentir de su desnudo. Si uno nace con el beneficio de cierta tendencia genética y se centra en mostrar solo el cuerpo, ¿en dónde está el mérito? Está más bien en desa-rrollar ciertas cualidades.

¿Qué se viene ahora con Supermodel?
-Nuestra próxima actividad es el concurso Bolivian Tropic en el Parque Urbano, que será a finales de agosto o en los primeros días de septiembre. El tema de este año es la triple ‘r’ (reducir, reciclar y reutilizar).

Todo el vestuario está siendo diseñado con materiales reciclados: papel, cerámica, vidrio, plástico... Ya empezamos a trabajar con algunos estudiantes de Diseño Industrial de la UPSA y los hemos puesto en contacto con las artesanas.


Hoy en día hay muchas ferias, pero lo que ofrecen son diseños un poco limitados, por lo que estamos logrando crear productos muy competitivos, que realmente comprarías para poner en cualquier lugar de tu casa.
No solo habrá el concurso, sino también una feria medioambiental.

Pelinegra. Cristina Méndez tiene 20 años, mide 1,71 m y estudia Derecho































SU PERFIL

Se formó como Comunicadora social en la UPSA, es madre de tres mujercitas, Adriana (20), Camila (15) y Rebeca (11). A sus 16 años incursionó en televisión con el programa Enfoques Juveniles, al lado de Nino Gandarilla en Canal 11, después leyó las noticias en el canal universitario y a la edad de 18 se inició en la actuación con Safipro. ¿Quién no la recuerda como la musa del mojón con cara? (obra en la que conoció a Óscar Vargas con quien se casó). Protagonizó una decena de comerciales. En 2004 puso su propia agencia, Supermodel.



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